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La invernada del romero

La llegada del invierno presenta un desafío significativo para el cultivo del romero, especialmente en climas donde las temperaturas descienden regularmente por debajo del punto de congelación. Aunque algunas variedades son más resistentes que otras, el romero es, en esencia, una planta mediterránea que no está adaptada para soportar heladas severas y prolongadas. Una invernada exitosa requiere una planificación cuidadosa y una comprensión de la tolerancia al frío de tu variedad específica. Proteger adecuadamente tu romero durante los meses más fríos no solo asegurará su supervivencia, sino que también le permitirá reanudar su crecimiento con vigor en la primavera siguiente, recompensándote con su belleza y aroma año tras año.

La primera y más importante consideración para la invernada del romero es conocer la zona de rusticidad en la que vives y la tolerancia al frío de la variedad que estás cultivando. Las zonas de rusticidad son áreas geográficas definidas por su temperatura mínima invernal promedio. La mayoría de las variedades comunes de romero son resistentes hasta la zona 7 o 8, lo que significa que pueden tolerar temperaturas mínimas de hasta unos -12 a -7 grados Celsius, siempre que estén plantadas en un lugar protegido y en un suelo con un drenaje perfecto. Variedades más resistentes como ‘Arp’ o ‘Hill Hardy’ pueden sobrevivir en la zona 6, con temperaturas de hasta -23 grados Celsius.

Si vives en una zona donde las temperaturas invernales suelen caer por debajo de la tolerancia de tu romero, la mejor estrategia es cultivarlo en una maceta. Esto te da la flexibilidad de mover la planta a un lugar protegido durante los meses más fríos. Un garaje sin calefacción, un cobertizo, un porche acristalado o incluso un sótano con una ventana son lugares ideales. El objetivo no es que la planta crezca activamente, sino que entre en un estado de dormancia en un ambiente fresco y protegido de las heladas severas y los vientos desecantes del invierno.

El drenaje del suelo se vuelve aún más crítico durante el invierno. Un suelo húmedo o encharcado en combinación con temperaturas de congelación es una receta para el desastre. El agua en el suelo se expande al congelarse, dañando y rompiendo las raíces. Si tu romero está plantado en el jardín en una zona límite de rusticidad, asegúrate de que el suelo tenga un drenaje excepcional. Plantar en un lecho elevado o en una pendiente puede ayudar a desviar el exceso de agua lejos de la zona radicular.

La protección contra el viento es otro factor clave. Los vientos fríos y secos del invierno pueden deshidratar el follaje perenne del romero, causando que las hojas se vuelvan marrones y mueran, un fenómeno conocido como quemadura invernal. Plantar el romero en un lugar protegido, como cerca de un muro orientado al sur o al oeste, puede ofrecer una protección significativa. Si esto no es posible, se pueden construir barreras temporales contra el viento utilizando tela de arpillera o vallas para la nieve.

Protección para el romero en el jardín

Si has decidido dejar tu romero en el exterior durante el invierno en una zona de rusticidad límite, hay varias medidas que puedes tomar para aumentar sus posibilidades de supervivencia. Una de las más importantes es aplicar una capa gruesa de mantillo o acolchado alrededor de la base de la planta después de la primera helada fuerte. Utiliza materiales orgánicos como paja, hojas secas trituradas o corteza de pino, aplicando una capa de 10 a 15 centímetros de espesor. Este mantillo aísla el sistema radicular de las fluctuaciones extremas de temperatura y ayuda a conservar la humedad del suelo.

Asegúrate de no amontonar el mantillo directamente contra el tallo de la planta, ya que esto puede atrapar demasiada humedad y provocar la pudrición del cuello de la raíz. Deja un pequeño espacio libre alrededor de la base del tallo para permitir la circulación de aire. El objetivo es proteger las raíces, que son la parte más vulnerable de la planta a las heladas profundas del suelo. A medida que la primavera se acerca y el suelo comienza a deshelarse, retira gradualmente el mantillo para permitir que el suelo se caliente y evitar que la base de la planta permanezca demasiado húmeda.

Para proteger el follaje de los vientos desecantes y de las cargas de nieve pesada, puedes cubrir la planta. Una opción es construir una estructura simple, como un tipi con tres o cuatro estacas, y envolverla con tela de arpillera o una manta de protección contra heladas. Es importante que la cubierta no toque directamente el follaje, ya que la humedad podría transferir el frío y dañar las hojas. La arpillera es una buena opción porque permite que la planta respire, evitando la acumulación de calor en los días soleados de invierno, lo que podría sacar a la planta de su dormancia prematuramente.

Evita usar plástico para cubrir la planta, ya que no permite la transpiración y puede crear un efecto invernadero en los días soleados, seguido de una caída brusca de la temperatura por la noche, lo que causa un estrés extremo a la planta. La cubierta debe instalarse después de que el suelo se haya congelado y retirarse en primavera una vez que haya pasado el peligro de heladas fuertes. La nieve, aunque fría, puede actuar como un aislante natural, por lo que una capa de nieve ligera sobre la cubierta no es perjudicial.

Invernada en interiores para plantas en maceta

Para aquellos que cultivan romero en macetas en climas fríos, trasladar la planta al interior es la opción más segura. El momento ideal para hacerlo es antes de la primera helada fuerte del otoño, generalmente cuando las temperaturas nocturnas comienzan a bajar consistentemente por debajo de los 5 grados Celsius. Antes de llevar la planta adentro, es una buena práctica inspeccionarla a fondo en busca de cualquier plaga, como pulgones o ácaros araña. Si encuentras alguna, trata la planta con jabón insecticida o aceite de neem mientras aún está en el exterior para evitar introducir plagas en tu hogar.

El lugar ideal para la invernada en interiores es un espacio que sea fresco, con buena circulación de aire y que reciba la mayor cantidad de luz posible. Una ventana orientada al sur es perfecta. El romero necesita al menos 6 horas de luz directa para mantenerse saludable, incluso durante el invierno. Si no tienes una ventana lo suficientemente soleada, puedes suplementar la luz con una lámpara de cultivo fluorescente o LED, manteniéndola encendida durante 10-12 horas al día. Las temperaturas frescas, idealmente entre 10 y 15 grados Celsius, ayudarán a mantener la planta en un estado de semi-dormancia y a prevenir un crecimiento débil y alargado.

El mayor desafío de la invernada en interiores es el riego. Los hogares con calefacción central suelen tener un aire muy seco, lo que puede hacer que el sustrato se seque rápidamente. Sin embargo, como el crecimiento de la planta es lento, sus necesidades de agua son mucho menores. El exceso de riego en invierno es la principal causa de muerte del romero en interiores. Riega solo cuando el sustrato esté completamente seco al tacto a varios centímetros de profundidad. Riega a fondo, permitiendo que el agua drene, y luego deja que se seque de nuevo. Aumentar la humedad alrededor de la planta colocando la maceta en una bandeja con guijarros y agua (asegurándote de que el fondo de la maceta no toque el agua) puede ser beneficioso.

La mala circulación de aire en interiores puede hacer que el romero sea más susceptible al oídio. Para prevenirlo, asegúrate de que haya algo de movimiento de aire en la habitación. Puedes abrir una ventana durante los días más suaves o usar un pequeño ventilador a baja potencia durante unas horas al día para simular una brisa suave. No fertilices la planta durante su estancia en el interior, ya que no está en un período de crecimiento activo.

El período de transición en primavera

Tanto para las plantas que han pasado el invierno en el exterior bajo protección como para las que han estado en el interior, la transición a la primavera debe ser gradual para evitar el shock. Para las plantas de jardín, comienza a retirar el mantillo y las cubiertas protectoras a medida que las temperaturas nocturnas se mantengan consistentemente por encima del punto de congelación. No te apresures a quitar toda la protección de una vez; hazlo gradualmente durante una o dos semanas para que la planta pueda aclimatarse a las condiciones cambiantes.

Una vez que toda la protección haya sido retirada, inspecciona la planta en busca de daños invernales. Es normal que algunas puntas de las ramas se hayan secado o que algunas hojas se hayan vuelto marrones. Espera hasta que veas signos de nuevo crecimiento, como pequeños brotes verdes, antes de realizar cualquier poda. Una vez que la planta esté creciendo activamente, puedes podar todas las ramas muertas o dañadas, recortándolas hasta encontrar tejido vivo y verde. Esta poda de limpieza estimulará un nuevo crecimiento vigoroso.

Para las plantas que han invernado en el interior, el proceso de aclimatación al exterior, conocido como «endurecimiento», es crucial. Comienza a sacar la planta al exterior durante los días templados de primavera, colocándola en un lugar protegido de la luz solar directa y del viento fuerte. Déjala fuera por solo una o dos horas el primer día. Gradualmente, durante un período de una a dos semanas, aumenta la cantidad de tiempo que la planta pasa al aire libre y exponla progresivamente a más sol directo.

Este proceso gradual permite que el follaje se adapte a la mayor intensidad de la luz solar y a las fluctuaciones de temperatura, previniendo quemaduras en las hojas y otros tipos de estrés. Una vez que haya pasado todo peligro de heladas y la planta esté acostumbrada a estar al aire libre durante todo el día, puedes dejarla en su lugar definitivo para el verano. Este es también un buen momento para trasplantarla a una maceta más grande si es necesario, proporcionándole sustrato fresco y espacio para crecer durante la nueva temporada.

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