El riego y la fertilización del geranio inglés

El manejo adecuado del riego y la fertilización es absolutamente fundamental para el cultivo exitoso del geranio inglés. Estos dos aspectos del cuidado están intrínsecamente ligados y un desequilibrio en uno puede afectar directamente al otro y a la salud general de la planta. A diferencia de otros geranios más tolerantes a la sequía, el geranio inglés tiene unas necesidades de humedad más específicas y es particularmente sensible tanto al exceso como a la falta de agua. Del mismo modo, una fertilización adecuada es clave para sostener su impresionante y exigente floración. Encontrar el equilibrio perfecto en estos cuidados no solo mantendrá la planta sana y vigorosa, sino que también maximizará su potencial floral, recompensándote con una cascada de colores vibrantes.
El error más común en el cuidado del geranio inglés es el riego excesivo. Sus raíces son muy susceptibles a la pudrición en condiciones de encharcamiento, un problema que puede ser fatal para la planta. Por lo tanto, la regla de oro es regar en profundidad, pero con poca frecuencia. Esto significa que cuando riegues, debes hacerlo abundantemente, hasta que el agua comience a salir por los agujeros de drenaje de la maceta. Este método asegura que todo el sistema radicular reciba humedad, fomentando un crecimiento de raíces profundo y saludable en lugar de superficial.
Después de un riego profundo, es crucial permitir que la capa superior del sustrato se seque por completo antes de volver a regar. La mejor manera de determinar cuándo es el momento de regar no es seguir un calendario fijo, sino comprobar la humedad del sustrato. Introduce tu dedo en la tierra unos dos o tres centímetros; si la sientes seca a esa profundidad, es hora de regar. Si todavía está húmeda, espera uno o dos días más y vuelve a comprobar. Durante los meses más cálidos y de crecimiento activo, la frecuencia de riego será mayor, mientras que en invierno, durante su período de latencia, se reducirá drásticamente.
La calidad del agua también puede influir en la salud de la planta. Si es posible, utiliza agua de lluvia o agua del grifo que se haya dejado reposar durante 24 horas para permitir que el cloro se evapore. Riega siempre directamente sobre el sustrato, evitando mojar el follaje y las flores tanto como sea posible. Mojar las hojas puede crear un ambiente propicio para el desarrollo de enfermedades fúngicas, como el oídio o la botritis, a las que esta variedad es bastante sensible. El riego matutino es preferible al nocturno, ya que permite que cualquier salpicadura en las hojas se seque rápidamente con el sol del día.
Un buen drenaje es el mejor aliado contra el riego excesivo. Asegúrate de que tus macetas tengan amplios agujeros de drenaje y nunca dejes que la maceta repose en un plato con agua estancada. Después de regar, vacía cualquier exceso de agua que se haya acumulado en el platillo. Utilizar un sustrato ligero y poroso, como se ha mencionado en capítulos anteriores, es igualmente vital para permitir que el exceso de agua se drene rápidamente y que el aire circule alrededor de las raíces, manteniéndolas sanas y oxigenadas.
La fertilización durante la temporada de crecimiento
El geranio inglés es una planta que requiere una cantidad considerable de nutrientes para poder producir sus grandes y numerosas flores. Durante la temporada de crecimiento activo, que generalmente abarca la primavera y el verano, es esencial establecer un programa de fertilización regular. Sin una nutrición adecuada, la planta puede sobrevivir, pero su floración será escasa y sus hojas pueden volverse pálidas. La fertilización repone los nutrientes que la planta consume del sustrato, asegurando que tenga la energía necesaria para un desarrollo exuberante.
El tipo de fertilizante a utilizar es una consideración importante. Un fertilizante líquido equilibrado, como un 20-20-20 o uno formulado específicamente para plantas con flor, suele ser la mejor opción. Los fertilizantes líquidos son de acción rápida y permiten un control preciso sobre la cantidad de nutrientes que recibe la planta. Durante la primavera y el verano, aplica el fertilizante cada dos o tres semanas, siguiendo siempre las instrucciones de dilución del fabricante. Es preferible errar por el lado de la precaución y aplicar un fertilizante ligeramente más diluido que uno demasiado concentrado, ya que un exceso de sales puede quemar las raíces.
El momento de la aplicación del fertilizante también es clave. Aplica siempre el fertilizante sobre el sustrato previamente humedecido, nunca sobre tierra seca. Fertilizar una planta con el sustrato seco puede causar daños graves a las raíces. Por lo tanto, es una buena práctica regar primero la planta con agua limpia y, a continuación, aplicar la solución fertilizante. Este método asegura que los nutrientes se distribuyan de manera uniforme y sean absorbidos eficientemente por un sistema radicular hidratado y receptivo.
A medida que se acerca el otoño, es importante reducir gradualmente la frecuencia de la fertilización. Esto le indica a la planta que es hora de ralentizar su crecimiento y prepararse para el período de latencia invernal. Hacia el final del otoño, suspende por completo la fertilización. Reanudarás el programa de abonado en la primavera siguiente, cuando la planta muestre signos de nuevo crecimiento, preparándola para otra espectacular temporada de floración. Este ciclo de alimentación y descanso es fundamental para la salud a largo plazo de la planta.
Identificación de deficiencias nutricionales
Observar atentamente tu geranio inglés te permitirá identificar signos de deficiencias nutricionales y corregirlas a tiempo. Las hojas son a menudo el primer lugar donde se manifiestan estas carencias. Por ejemplo, si las hojas más viejas, las de la parte inferior de la planta, comienzan a amarillear mientras las venas permanecen verdes, podría ser un signo de deficiencia de magnesio. Un amarillamiento general de las hojas, especialmente las más nuevas en la parte superior, puede indicar una falta de hierro, una condición conocida como clorosis férrica.
Una deficiencia de nitrógeno, uno de los macronutrientes más importantes, generalmente se presenta como un crecimiento lento y hojas pálidas o de color verde amarillento en toda la planta, comenzando por las más viejas. El nitrógeno es esencial para el desarrollo del follaje, por lo que su falta afecta directamente al vigor general de la planta. Por otro lado, una floración escasa o la caída de los botones florales, a pesar de un follaje verde y exuberante, puede ser una señal de falta de fósforo, el nutriente clave para el desarrollo de flores y raíces.
La falta de potasio a menudo se manifiesta con el amarillamiento o el pardeamiento de los bordes y las puntas de las hojas más viejas. El potasio es crucial para la salud general de la planta, la resistencia a las enfermedades y la regulación del agua. Es importante distinguir estos síntomas de otros problemas, como el exceso de riego o las quemaduras solares, para poder aplicar el tratamiento correcto. La mayoría de estas deficiencias se pueden corregir utilizando un fertilizante equilibrado que contenga una amplia gama de macro y micronutrientes.
En algunos casos, el problema no es la falta de nutrientes en el sustrato, sino la incapacidad de la planta para absorberlos debido a un pH del suelo inadecuado. Los geranios prefieren un sustrato ligeramente ácido, con un pH entre 6.0 y 6.5. Si el pH es demasiado alto (alcalino), la absorción de ciertos micronutrientes, como el hierro, se ve bloqueada. Si sospechas que este puede ser el problema, puedes utilizar un kit de prueba de pH para el suelo y ajustar el sustrato utilizando productos específicos disponibles en centros de jardinería si fuera necesario.
El peligro del exceso de fertilización
Así como la falta de nutrientes puede ser perjudicial, el exceso de fertilización es igualmente, si no más, peligroso para el geranio inglés. La sobrefertilización puede provocar una acumulación de sales en el sustrato, lo que daña las raíces y dificulta la capacidad de la planta para absorber agua y nutrientes. Este fenómeno, conocido como quemadura por fertilizante, puede tener consecuencias graves y, en casos extremos, puede matar a la planta. Por ello, es crucial seguir las dosis recomendadas y no caer en la creencia de que «más es mejor».
Los signos de una sobrefertilización incluyen la aparición de una costra blanca o amarillenta en la superficie del sustrato o en los bordes de la maceta, que son las sales acumuladas. La planta puede mostrar síntomas como hojas marchitas a pesar de que el sustrato esté húmedo, crecimiento atrofiado, y puntas o bordes de las hojas marrones y quemados. Un exceso de nitrógeno, en particular, puede estimular un crecimiento excesivo de follaje a expensas de las flores, resultando en una planta grande y verde pero sin apenas floración.
Si sospechas que has sobrefertilizado tu planta, es importante actuar rápidamente para intentar mitigar el daño. La mejor solución es realizar un lavado del sustrato. Para ello, lleva la maceta a un fregadero o al exterior y riega abundantemente con agua limpia, dejando que el agua fluya a través de los agujeros de drenaje durante varios minutos. Este proceso ayuda a disolver y arrastrar el exceso de sales acumuladas en el sustrato. Deja que la maceta drene por completo y no vuelvas a fertilizar hasta que la planta muestre signos claros de recuperación y nuevo crecimiento.
Para prevenir la acumulación de sales a largo plazo, es una buena práctica realizar un lavado del sustrato de forma periódica, por ejemplo, una vez cada pocos meses durante la temporada de crecimiento. Esto es especialmente importante si utilizas agua dura, que contiene altos niveles de minerales. Recuerda siempre que un enfoque equilibrado y moderado es la clave del éxito. Es más fácil corregir una ligera deficiencia de nutrientes que recuperar una planta de una grave quemadura por fertilizante.
Ajustes estacionales en el riego y la fertilización
El cuidado del geranio inglés no es estático; sus necesidades de agua y nutrientes cambian significativamente con las estaciones. Es fundamental ajustar tu rutina de cuidados para adaptarse a estos cambios y al ciclo de vida natural de la planta. Ignorar estos ajustes estacionales es una causa común de problemas, especialmente durante el período de reposo invernal. Comprender y responder a estas necesidades cambiantes es la marca de un jardinero experimentado.
Durante la primavera, a medida que los días se alargan y las temperaturas aumentan, la planta sale de su letargo invernal y comienza un período de crecimiento vigoroso. Este es el momento de aumentar gradualmente la frecuencia de riego, asegurándote de que el sustrato se mantenga ligeramente húmedo. También es el momento de reanudar la fertilización, comenzando con una dosis diluida y aumentando gradualmente a la frecuencia normal a medida que la planta desarrolla nuevo follaje y se prepara para florecer. La primavera es una fase de alta demanda de energía.
El verano es la temporada de máximo esplendor, pero también de máximo estrés, especialmente en climas cálidos. La planta necesitará riegos más frecuentes debido a la mayor evaporación y transpiración. Sin embargo, es vital seguir comprobando la humedad del sustrato antes de cada riego para evitar el encharcamiento. Continúa con el programa regular de fertilización para sostener la floración. Si las temperaturas son extremadamente altas, la planta puede entrar en una especie de latencia estival, reduciendo su floración; en este caso, puedes reducir ligeramente la fertilización hasta que las temperaturas se moderen.
Con la llegada del otoño, la planta comienza a prepararse para el invierno. El crecimiento se ralentiza y, en consecuencia, sus necesidades de agua y nutrientes disminuyen. Debes reducir gradualmente la frecuencia de riego, permitiendo que el sustrato se seque más entre aplicaciones. También es el momento de disminuir la fertilización y suspenderla por completo a finales de la estación. Continuar alimentando a la planta en este momento podría estimular un crecimiento débil y tardío que sería vulnerable a las bajas temperaturas. El invierno es un período de descanso, donde el riego se reduce al mínimo indispensable para evitar que el sustrato se seque por completo, y la fertilización se detiene por completo hasta la llegada de la próxima primavera.
📷Velq1958, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons