Las enfermedades y plagas del castaño

A pesar de su apariencia robusta y su longevidad, el castaño no está exento de la amenaza de diversas enfermedades y plagas que pueden comprometer seriamente su salud e incluso causar su muerte. Desde enfermedades fúngicas devastadoras que atacan el sistema vascular o las raíces, hasta insectos que perforan la madera o se alimentan de sus frutos, el catálogo de enemigos del castaño es amplio y requiere una vigilancia constante por parte del cultivador. Conocer los síntomas de las principales afecciones, entender el ciclo biológico de los patógenos y las plagas, y aplicar estrategias de manejo integrado que prioricen la prevención son las claves para proteger nuestros árboles. Este conocimiento nos permitirá actuar de forma rápida y eficaz ante los primeros signos de problemas, salvaguardando la vitalidad de nuestro castañar y la calidad de sus cosechas.
Una de las enfermedades más destructivas que históricamente ha afectado al castaño en todo el mundo es el chancro del castaño, causado por el hongo Cryphonectria parasitica. Este patógeno penetra en el árbol a través de heridas en la corteza y se extiende por el cambium, interrumpiendo el flujo de savia y provocando la muerte de las ramas y, finalmente, del árbol entero por encima de la zona afectada. Los síntomas más visibles son la aparición de chancros o lesiones de color anaranjado-rojizo en la corteza, el marchitamiento repentino de las hojas en las ramas afectadas (que permanecen unidas al árbol) y la formación de brotes epicórmicos por debajo de la lesión. La lucha contra el chancro se centra en el uso de variedades resistentes y en la lucha biológica mediante la inoculación de cepas hipovirulentas del hongo que limitan el avance de las cepas virulentas.
Otra enfermedad de gran importancia es la tinta del castaño, provocada por oomicetos del género Phytophthora, principalmente Phytophthora cinnamomi y Phytophthora cambivora. Estos patógenos atacan el sistema radicular y la base del tronco, especialmente en suelos con mal drenaje y exceso de humedad. Los síntomas aéreos incluyen un amarilleamiento y marchitamiento general del follaje, un crecimiento reducido y una muerte regresiva de la copa. En la base del tronco, se puede observar una exudación de líquido oscuro, similar a la tinta, y al retirar la corteza, se aprecian unas lesiones negras en forma de llama que ascienden desde las raíces. La prevención, mediante la elección de terrenos bien drenados y el uso de patrones híbridos resistentes (como los cruces de Castanea sativa con Castanea crenata o Castanea mollissima), es la principal estrategia de control.
En cuanto a las plagas, los insectos perforadores de la madera, como el gusano cabezudo (Coroebus undatus) o el taladro del castaño (Cossus cossus), pueden causar daños significativos al excavar galerías en el tronco y las ramas. Estas galerías debilitan la estructura del árbol, haciéndolo más propenso a la rotura por el viento, y dificultan la circulación de la savia. Los síntomas de su presencia incluyen la aparición de orificios en la corteza, la expulsión de serrín y, en algunos casos, exudaciones de savia. El control de estos insectos es complicado una vez que han penetrado en la madera, por lo que las medidas preventivas, como mantener los árboles fuertes y sanos, y eliminar la madera de poda infestada, son fundamentales.
Los frutos del castaño también son el objetivo de varias plagas, principalmente las larvas de lepidópteros como la polilla de la castaña (Cydia splendana) y la del castaño (Pammene fasciana), y del gorgojo de la castaña (Curculio elephas). Estos insectos realizan la puesta en los erizos en desarrollo y sus larvas se alimentan del interior de las castañas, dejándolas inservibles para el consumo. La recolección rápida y frecuente de los frutos caídos y la eliminación de los que estén afectados ayuda a reducir las poblaciones para la siguiente campaña. La aplicación de tratamientos insecticidas en momentos clave, coincidiendo con el vuelo de los adultos y antes de la puesta, puede ser necesaria en plantaciones con alta presión de plaga, siempre siguiendo los principios de la gestión integrada de plagas.
Las principales enfermedades fúngicas
Más allá del chancro y la tinta, existen otras enfermedades fúngicas que, aunque quizás menos letales, pueden afectar significativamente al vigor y la producción del castaño. Una de ellas es la antracnosis, causada por hongos del género Colletotrichum, que provoca la aparición de manchas necróticas en las hojas, a menudo con un halo amarillento. En ataques severos, puede causar una defoliación prematura del árbol, lo que debilita sus reservas para el año siguiente. Las condiciones de humedad y temperaturas suaves en primavera favorecen el desarrollo de esta enfermedad, que se propaga a través de las salpicaduras de la lluvia. La eliminación de las hojas caídas en otoño y las podas de aclareo para mejorar la ventilación de la copa son medidas preventivas eficaces.
El oídio, causado por el hongo Erysiphe alphitoides, es otra enfermedad foliar común que se manifiesta como un recubrimiento pulverulento de color blanquecino o grisáceo en la superficie de las hojas y los brotes jóvenes. Este hongo extrae nutrientes de las células vegetales, provocando que las hojas se abarquillen, se deformen y finalmente se sequen. A diferencia de otros hongos, el oídio no necesita agua líquida para desarrollarse, sino que se ve favorecido por ambientes con alta humedad ambiental y temperaturas cálidas. La aplicación de fungicidas a base de azufre al inicio de los síntomas puede ser efectiva para controlar su propagación en viveros o en árboles jóvenes.
Los hongos de la madera, como la armilaria (Armillaria mellea), también pueden ser un problema, especialmente en terrenos donde previamente ha habido otros árboles leñosos. Este hongo causa la podredumbre de las raíces y la base del tronco, provocando un declive progresivo y la muerte del árbol. Un síntoma característico es el crecimiento de setas de color miel en la base del tronco en otoño. La prevención pasa por evitar plantar en terrenos recién desbrozados sin haber eliminado previamente todos los tocones y raíces viejas, que pueden albergar el hongo. No existe un tratamiento curativo eficaz una vez que el árbol está infectado.
Finalmente, el mal del cuello, causado por diversos hongos del suelo, puede afectar a los árboles jóvenes, especialmente si el punto de injerto ha sido enterrado o si se acumula un exceso de humedad en la base del tronco. Esta enfermedad provoca la podredumbre de la corteza a nivel del suelo, anillando el tronco e interrumpiendo el paso de la savia. La prevención es la mejor herramienta: plantar el árbol a la profundidad correcta, asegurar un buen drenaje y evitar acumular acolchado o tierra contra el tronco son prácticas fundamentales para prevenir esta afección.
Las plagas que atacan al fruto
La calidad de la cosecha de castañas puede verse seriamente comprometida por la acción de varios insectos cuyas larvas se desarrollan en el interior del fruto. El gorgojo de la castaña (Curculio elephas) es uno de los más dañinos. La hembra adulta utiliza su largo rostro (pico) para perforar el erizo y la castaña en desarrollo y depositar un huevo en su interior. De este huevo nace una larva blanquecina y ápoda que se alimenta de la pulpa de la castaña, dejándola completamente agusanada y sin valor comercial. Una vez que la larva completa su desarrollo, sale de la castaña caída en el suelo y se entierra para pasar el invierno, completando así su ciclo.
Otro grupo importante de plagas del fruto son las polillas o gusanos de la castaña, principalmente Cydia splendana y Pammene fasciana. Las hembras de estas mariposas depositan sus huevos en los erizos durante el verano. Al eclosionar, las pequeñas larvas penetran en el interior y se alimentan de la castaña. A diferencia del gorgojo, estas larvas sí poseen patas y a menudo se pueden encontrar varias en un mismo fruto. Los daños son similares, con galerías y excrementos que arruinan la castaña. La gestión de estas plagas requiere un seguimiento de sus poblaciones mediante trampas de feromonas para determinar el momento óptimo de tratamiento.
El control de estas plagas del fruto se basa en un enfoque de manejo integrado. Una medida cultural de gran eficacia es la recolección diaria de las castañas que caen al suelo. Esto interrumpe el ciclo de vida de los insectos, ya que se retiran las larvas del campo antes de que tengan la oportunidad de enterrarse en el suelo (en el caso del gorgojo) o de buscar refugio para pasar el invierno. La eliminación y destrucción de todos los frutos infestados es igualmente crucial para reducir la población de la plaga para la siguiente temporada.
En plantaciones con un historial de daños severos, puede ser necesario recurrir a tratamientos insecticidas. Estos tratamientos deben aplicarse en el momento preciso para que sean efectivos, generalmente dirigidos contra los adultos antes de que realicen la puesta. El uso de trampas de monitoreo es esencial para determinar el pico de vuelo de los adultos y decidir el momento de la intervención. Se deben utilizar productos autorizados para el cultivo del castaño y que sean respetuosos con la fauna auxiliar, alternando materias activas para evitar la aparición de resistencias.
Los insectos perforadores de la madera
Los insectos xilófagos, o perforadores de la madera, representan una amenaza silenciosa pero potencialmente grave para la salud estructural del castaño. Uno de los más peligrosos es el gusano cabezudo (Coroebus undatus), un pequeño escarabajo de la familia de los bupréstidos. La larva de este insecto excava una galería sinuosa en forma de zig-zag justo debajo de la corteza, en la zona del cambium y el floema. Esta galería interrumpe el flujo de savia y puede llegar a anillar completamente una rama o incluso el tronco principal, causando su muerte. Un síntoma externo característico es la presencia de un abultamiento o costra en la corteza que sigue el trazado de la galería.
Otro grupo de perforadores lo constituyen las larvas de grandes mariposas nocturnas, como el taladro del castaño o cossus (Cossus cossus). La larva de esta especie es de gran tamaño, de color rosado y desprende un fuerte olor a vinagre. Excava galerías profundas en el corazón de la madera del tronco y las ramas principales, debilitando enormemente la estructura del árbol y haciéndolo vulnerable a la rotura por vientos fuertes o el peso de la cosecha. La presencia de grandes orificios en el tronco, de los que a menudo sale serrín húmedo y oscuro, delata su actividad.
El control de los insectos perforadores es extremadamente difícil una vez que se han establecido en el interior de la madera. Por ello, las estrategias de manejo se centran fundamentalmente en la prevención. La medida más importante es mantener los árboles en un estado de vigor óptimo, ya que los árboles débiles o estresados por sequía, malnutrición o enfermedades son mucho más atractivos y susceptibles al ataque de estos insectos. Un riego y una fertilización adecuados son, por tanto, la primera línea de defensa.
Otras medidas preventivas incluyen la eliminación y destrucción inmediata de las ramas afectadas o de los árboles muy debilitados para reducir las poblaciones de la plaga. Es fundamental no dejar restos de poda infestados en la parcela, ya que las larvas pueden completar su desarrollo en ellos y los adultos emerger para infestar nuevos árboles. En algunos casos, se puede intentar un control directo introduciendo un alambre en las galerías para matar las larvas o aplicando insecticidas con una jeringuilla. No obstante, la eficacia de estas medidas es limitada y solo son viables en ataques incipientes y en un número reducido de árboles.
La gestión integrada de plagas y enfermedades
La gestión integrada de plagas y enfermedades (GIP) es el enfoque más racional, económico y sostenible para proteger al castaño de sus enemigos. Este modelo no busca la erradicación total de las plagas o patógenos, sino mantener sus poblaciones por debajo de un umbral en el que no causen daños económicos significativos. La GIP se basa en una combinación de diferentes estrategias de control, dando prioridad a las medidas preventivas y culturales y utilizando los tratamientos químicos solo como último recurso, de forma justificada y selectiva. El pilar fundamental de la GIP es un profundo conocimiento de la biología del cultivo, de sus plagas y enfermedades, y de sus interacciones.
Las medidas preventivas y culturales son la base de cualquier programa de GIP. Esto incluye la elección de variedades resistentes o tolerantes a las principales enfermedades, la plantación en terrenos adecuados con buen drenaje, el uso de material vegetal sano y certificado, y el mantenimiento de un marco de plantación que permita una buena aireación. Prácticas como una poda adecuada para eliminar madera enferma y mejorar la ventilación, un riego y abonado equilibrados para evitar el estrés del árbol, y el control de las malas hierbas, crean un entorno menos favorable para el desarrollo de problemas fitosanitarios.
El monitoreo regular de la plantación es otro componente esencial. La inspección visual periódica de los árboles para detectar los primeros síntomas de enfermedades o la presencia de plagas es crucial para poder actuar a tiempo. El uso de trampas (cromáticas, alimenticias o de feromonas) permite detectar la presencia y seguir la evolución de las poblaciones de insectos plaga, ayudando a determinar el nivel de riesgo y el momento óptimo para realizar una intervención si fuera necesario. Este seguimiento permite tomar decisiones informadas y evitar tratamientos innecesarios.
Cuando las medidas preventivas y el control biológico natural no son suficientes para mantener la plaga o enfermedad bajo control, la GIP contempla el uso de otros métodos. Se puede recurrir al control biológico, mediante la suelta de enemigos naturales (depredadores o parasitoides), o al control biotécnico, utilizando feromonas para la captura masiva o la confusión sexual. Si finalmente es necesario aplicar un tratamiento fitosanitario, se deben elegir productos que sean selectivos, es decir, que afecten a la plaga pero respeten a los insectos beneficiosos, y se deben alternar materias activas con diferentes modos de acción para prevenir la aparición de resistencias.